Ser inteligente y kirchnerista

Ser inteligente y kirchnerista

Quiero explorar –y aventurar una justificación para-  un lugar común mencionado de modo insistente y creciente por muchos detractores de la pasada administración, votantes del actual oficialismo: por qué hay tanta gente „inteligente“ que es „kirchnerista“. Tal vez precisamente porque muchas políticas del kirchnerismo fueron „inteligentes“, criticas, novedosas y sustanciales (lo cual no quiere decir que sus resultados sean rápidamente visibles ni fácilmente entendibles, los procesos políticos son largos y no siempre corresponden -por suerte- a los procesos electorales), y no como sus críticos hoy las presentan, meros actos de “populismo”. Denunciar y repudiar en la ONU el accionar espurio de los fondos de especulación financiera -“buitre”- es un acto de justicia histórica y reivindicación de nuestra soberanía, privilegiando los intereses nacionales y la soberanía alimentaria; sin embargo, los cómplices de los bancos de inversión -partícipes necesarios de la crisis en Europa y América Latina- presentan tales actos de reparación histórica, que priorizan lo social, como actos de mero „populismo“, toda reivindicación de derechos de los pobres es atacada de „populista“, por quienes piden, desde la cúspide del poder financiero, ingentes salvatajes a bancos, mas no a personas o pueblos enteros, (los pueblos originarios y desclasados defendidos por una Berta Cáceres, líder indígena lenca -espejo de una Milagro Sala en Jujuy- en toda la América por la industria extractiva, que tanto dano nos hace, no son -para la literatura económica-, “too big to fail”, los pueblos pueden -y deben- “caer”, los que nunca pueden ni deben caer -como también denuncia la Iglesia, con su doctrina social- son los bancos) pueblos cuyos recursos son apropiados y arrasados en nombre del progreso y la industria. (Atilio Alterini, La injusticia de la deuda externa, Milano, 2008)

Ser “inteligente” pasa por tener espíritu critico. Por pensar no lo que los medios repiten (precisamente, repetir lo que repiten los medios, es no ser inteligente, no tener espíritu crítico, no pensar por uno mismo). Los „no inteligentes“ son aquellos que „repiten“ sin pensar lo que los medios plantean como verdad. Sin pensarlo. Precisamente son quienes (dado que les parece “natural” que el kirchnerismo fue un “horror”, porque eso es lo que dicen muchos medios, con intereses puntuales contra normas puntuales de la pasada administración) se sorprenden de que haya tanta „gente inteligente“ (critica, que no repite lo que dicen los medios, precisamente) que haya estado o esté aun a favor del kirchnerismo. Pero en esa advertencia hay ya en muchas personas (no kirchneristas) una importante sombra de „duda“: los detractores del kirchnerismo –muchos acicateados por los medios masivos de comunicación con su estigmatización superficial pero constante- advierten sin embargo que hay „mucha gente inteligente“ que lo apoya,  de este modo están ya advirtiendo, insinuando, sintiendo en su fuero interno, una contradicción importante. Advierten la contradicción: por eso dudan. Por eso la pregunta „hay gente inteligente, que es kirchnerista“: la no inteligencia se vincula por el contrario a la repetición acrítica y constante de los lugares comunes, códigos que no pueden ser pensados, de tan repetidos que son, y pasan a formar parte de presupuestos del dialogo social „culto“, son marcas de clase (y la cultura en la Argentina es patrimonio y prerrogativa de una „clase“ „culta“, en general aristocrática y anti popular, que asemeja „cultura“ a las galas del Teatro Colón, los vestidos de la reina máxima y la primera dama y muy poco más que eso). Se „naturaliza“ esa critica como nuevo lugar común, como sentido común, como „obviedad“. El presupuesto es que si el kirchnerismo es tan malo o corrupto como los medios repiten (por algo), entonces todo militante o adherente de ese proyecto es o bien corrupto o bien un „ignorante“. No puede ser, en esa lectura (reproducida e instalada por los medios cotidianamente) una persona „inteligente“. De allí la sorpresa. La contradicción sin embargo subsiste y muchos detractores del kirchnerismo, llevados por la superficialidad del estigma constante de los medios masivos, son capaces sin embargo de atravesar ese velo, y advertir -tantear al menos- la contradicción. La asumen. La sorpresa lo que indica en rigor es que se repiten cosas como verdades que no son en el fondo ninguna verdad. (Y no es casual que esta „sombra de duda“ empiece a aparecer o hacerse más visible a medida que se revela la otra verdad indisimulable en los medios masivos: el fracaso total o parcial de muchas de las alegres y grandes promesas del actual oficialismo) O lo que es igual, que el kirchnerismo no fue o no es lo que nos dicen –repiten sin parar- los medios. No fue por lo menos tan “malo”. En esa exageración se advierte también, para muchos, una falacia. Porque lo actual no es tampoco “tan bueno” como dijeron. Inteligente es pues no repetirlo. Tener espíritu critico. Salir del lugar común, que por algo se instala y promueve como tal: para que la gente no piense. No dialogue. Para que se recueste en la comodidad de repetir algo que no es pensado (el estigma). Que se repite como gesto. Como sena de un grupo o clase social. Pero sin argumento. Esto degrada el debate político hasta hacerlo desaparecer. No inteligente es el comportamiento en manada que repite códigos que se comparten. Pero que no se piensan. No se someten a critica. Hubo políticas publicas de enorme importancia en la pasada administración (salud mental, memoria, verdad y justicia, ley de medios, futbol para todos, ley de identidad de genero, critica a los fondos buitre y la especulación financiera, nacionalización de recursos estratégicos, desendeudamiento externo, integración regional, reivindicación de la soberanía de Malvinas, AUH, repatriación de científicos, etc). Estigmatizar al que piensa diferente (por ser „kirchnerista“), es, además, borrar con el codo lo que se escribió con la mano como promesa de mayor „dialogo político“. Es no apostar a dialogo alguno. Precisamente en contextos de no dialogo es donde mejor funciona la estigmatización. Ser kirchnerista es (puede ser también) ser „inteligente“. El kirchnerismo debe y puede ser escuchado (en lugar de estigmatizado, censurado y perseguido como nuevo „enemigo“ publico mediático), porque muchas de sus políticas publicas fueron precisamente eficaces para el país, sus intereses y su soberanía, y un avance concreto de derechos para millones de argentinos. Frente al retroceso de derechos y lo errático de muchas políticas actuales, se apuesta por la estigmatización, precisamente, para rehuir al dialogo concreto y no dejar estas tensiones –y perspectivas criticas e ideológicas, con sus respectivos programas alternativos- en evidencia. La estigmatización constante del kirchnerismo es la negación retórica del fracaso público actual, que se oculta desviando la atención y confundiendo constantemente el eje del debate político y económico, acosado por el desempleo, la precariedad, el cierre de fábricas y el pago de deudas externas ilegitimas y usurarias, en contra de los intereses del Estado y el pueblo argentino. Se puede ser kirchnerista y ser inteligente a la vez, porque se denuncia esto, en primer lugar. Porque se piensa lo que se resiste, en la cultura mediática, a ser pensado. Porque se discute lo que los medios masivos instalan como “verdad”. Y eso es precisamente la inteligencia: el juicio crítico, denostado no por accidente por un asesor filosófico del Presidente Macri. Se apuesta al no pensamiento, el no diálogo, la no ciencia, la incultura y la no educación. (de alli el paro docente y las protestas de los investigadores del CONICET, entre otros) El no pensamiento crítico. Se puede, pues, ser kirchnerista y ser inteligente. Lo que aun no está claro es que sea posible lo contrario. Es algo que aún está por verse. Las políticas actuales, con fuerte aumento de la desigualdad y la pobreza, del desempleo y la informalidad, la pérdida de soberanía y de recursos, y la no existencia de un dialogo político real con perspectivas alternativas concretas, no parecen abonar una hipótesis optimista. La evasión del dialogo político –para disimular el fracaso de la gestión económica- necesita de la estigmatización constante de quien, sin ella, seria simplemente un interlocutor “inteligente” y preparado políticamente para remarcar la falsedad de las promesas.

Un millón y medio de nuevos pobres y 600 mil nuevos indigentes hablan por sí solos. Un numero abrumador y categórico que sirve de baza del actual gobierno. El „sinceramiento“ de la política económica. Eso es lo que vemos. Un gobierno que con estos números (que trae el Observatorio de Deuda Social de la UCA) revela toda su „sinceridad“. La deja al desnudo. Sin disimulo. No se „sincera“ la pobreza, porque ésta, como bien dice el periodista de La Nación a la Ministra Stanley, no es estructural. Es nueva. Tiene apenas nueve meses. Es el costo del „sinceramiento“, dicen, quienes quieren volver a naturalizar la pobreza, como si el neoliberalismo que la produce fuera un destino („técnico“, „sincero“ y natural) y no una (siempre muy mala) opción política y de gobierno, que –como toda política- puede cambiar. Hablar de „sincerar“ la „pobreza“ es naturalizar un programa político. El neoliberalismo no es, sin embargo, un destino. Aunque nos digan que seguirlo es la única forma de „estar en el mundo“. No es así. Y no lo es para ese nuevo millón y medio de pobres. En qué mundo mejor están ellos? A qué “mundo” han llegado?

1.500.000 nuevos pobres y 600.000 nuevos indigentes.

 

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